En 1941 se libraban fieras batallas entre la Wehrmacht alemana y el Ejército Rojo soviético.
En octubre de aquel año, un joven sargento de blindados, egresado de una escuela de mecánica automotriz para tanquistas, fue gravemente herido en el curso de sangrientos combates ocurridos en la región de Bryansk.
El joven sargento se llamaba Mijáil Timofévitch Kalashnikov.
Durante una licencia de seis meses que le fue concedida para su recuperación, Kalashnikov dio en diseñar una "sub-ametralladora" cuyo prototipo fabricó él mismo en diversos talleres y depósitos del Ejército Rojo, contando siempre con el apoyo de sus superiores.
Hagamos de un cuento largo uno corto: los sucesivos prototipos del arma automática ligera, ideados por este sargento "todero", llamaron la atención de A.A. Blaganorov, un tecnólogo de la era soviética, especialista en el campo de las armas de fuego.
Blaganorov se las apañó para sacar del servicio activo al sargento armero y autodidacta y, a partir de 1942, lo puso a trabajar a tiempo completo y en las mejores condiciones posibles, en un laboratorio de desarrollo de armamento. Le habían impresionado vivamente la inventiva innata del Kalashnikov y el modo en que había resuelto por sí solo complejísimos problemas técnicos.
En 1947 estuvo listo el modelo básico definitivo el AK-47, por "Avtomat Kalashnikov", modelo 47 que siguen los cien millones de fusiles que, con o sin licencia, han sido fabricados hasta la fecha. Desde 1949, el AK-47 se convirtió en el fusil reglamentario del Ejército Rojo.
Kalashnikov llegó a ser, andando el tiempo, general del Ejército Rojo y Diseñador General de Armas Cortas del ejército soviético.
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El colapso de la Unión Soviética no significó el colapso de Mijáil Kalazhnikov, quien ya cumplió 92 años y ha vivido desde 1949 en Izhevsk, su bielorruso pueblo natal, muy cerca de donde están las primeras fábricas de armas que llevaron su nombre.
Del mismo modo que el colapso soviético no representó el fin del mundo para el antiguo oficial de la KGB, Vladimir Putin, el nonagenario pero todavía vivaz Héroe del Trabajo Socialista, Mijáil Kalashnikov, antiguo sargento tanquista, no sólo ostenta hoy el grado de general, sino que ocupa un puesto en el directorio de un poderoso consorcio de empresas capitalistas de Estado.
En Solingen, Alemania, una planta del grupo germano MMI, fabrica desde 2003 una sombrilla de altísima practicidad y resistencia que, a cambio de 30% del paquete accionario, lleva el nombre Kalashnikov.
En 2004, el general lanzó en Londres, con bombos y platillos, una vodka marca Kalashnikov cuyo contenido alcohólico es de 82º y compite notablemente bien, sobre todo entre los jóvenes europeos.
Al desplomarse la economía socialista en Rusia, el negocio de los armamentos ha visto reyertas legales por la posesión de patentes, disputas tan feroces como las que pudiera promover Wall Street. En 2002, Kalashnikov tuvo que querellarse en tribunales rusos contra dos fabricantes locales por la patente original que, al cabo, le fue reconocida a la empresa Izhmash.
Inmediatamente después, Izhmash, en cuyo directorio Kalashnikov tiene un lugar prominente, se puso al frente de una campaña legal en todo el mundo, pues su prototipo se fabrica desde hace 30 años en docenas de países, pero sólo unos pocos han adquirido la licencia.
La India, cuya industria estatal de armamentos produce millones de fusiles AK 47, motivó una demanda de Izhmash que aún está en litigio. Izhmash calculaba en 2004 las regalías burladas por la India en 18 millones de dólares Hace pocos años, Kalashnikov en persona contrató un "pool" de los más sagaces abogados de Washington para intentar una demanda contra el gobierno gringo: la "Autoridad Provisional" en Irak, apoyada por EEUU, estaba comprando AK-47 "copiados" para el ejército iraquí, sin pagar regalías.
Recientemente, el gobierno ruso abrió un concurso para dotar de un nuevo fusil a su ejército. Las empresas Izhmar no ganaron la licitación y, en lo sucesivo, el fusil reglamentario ruso será el AN 94.
Con todo, hay seis países árabes que han incorporado a su bandera nacional la silueta del fusil de asalto más exitoso del siglo 20: el AK-47. Es el fusil que con más frecuencia vemos en los despachos de la televisión satelital, en manos de jóvenes radicales palestinos o en las de un pelotón de guerrilleros de las FARC colombianas. Al mismo tiempo, es el fusil reglamentario de más de 50 ejércitos en todo el mundo.
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El AK 47 sigue siendo el favorito de las guerrillas y de los grupos irregulares trabados en guerras "de baja intensidad" en todo el mundo.
La sencillez de uso y la durabilidad de su diseño son un incentivo para falsificarlo en estos tiempos de piratería globalizada en los que ningún CD lanzado al mercado está a salvo. Los precios del AK 47, tanto de los originales como de los fabricados sin licencia, fluctúan notablemente.
Un catastro muy respetado del número de armas de guerra que andan rodando por el planeta es el que hace el Small Arms Survey, publicado por la Oxford University Press.
Pues bien, el Small Arms Survey estimaba para el año 2001 hace una década la circulación mundial de armas de guerra de la llamada "familia Uzi", de patente israelí, en unos diez millones. La de la familia FN-FAL, de origen belga, en un orden que iba de los 5 a los 7 millones de unidades. La de la famillia H&K (Heckler-Koch), notablemente su fusil de asalto "G3", en unos 7 millones y, finalmente, las de la familia M-16, estadounidense, también en unos 7 millones.
Lo de "familia" es una convención referida al hecho de que parte del negocio "legítimo" está en licenciar patentes para la fabricación de armas.
Con esas cifras en mente, considérese que el máximo estimado de fusiles AK 47 en circulación en todo el planeta para aquella fecha rozaba los ¡100 millones de unidades! Y el mínimo andaba por los 70 millones.
Una fracción muy elevada de esa circulación se debe al comercio ilícito, practicado no sólo por particulares, sino también por los gobiernos de muchos países. Los expertos hacen notar disparidades elocuentísimas que sugieren que el precio del AK 47 "sigue" al mercado.
En zonas de conflicto que fueron inundadas de fusiles AK durante la Guerra Fría, éstos se venden por unos pocos dólares, por ganado en pie o por comida.
En otros territorios, donde este comercio está más regulado, los precios se elevan. Debido a que la mayoría de los AK disponibles en el mercado son de "segunda mano", pues fueron parte de inventarios de la Guerra Fría, el grueso de los beneficios va a los traficantes e intermediarios, y no a los fabricantes originales.
En la India, una unidad puede valer 3.800 dólares. En Uganda te dan uno por 86 dólares mientras que en Colombia las FARC pagan entre 300 y 800 dólares por pieza.
"Me hubiera gustado inventar algo así como una podadora de césped", se ha oído lamentar al inventor del arma automática más letal del siglo XX.
Multiplique el lector cualquiera de estos precios unitarios por el de los miles de fusiles que necesita la reserva bolivariana para "defenderse del Imperio", ya sean fabricados en la URSS o licenciados a Cavim. Con todo ese dinero, ¿cuántos "viviendas dignas" no podrían haberse construido desde hace años?
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